jueves, 10 de febrero de 2011

El principio de petición

Quizás, el coraje entripado que hace el ciudadano cuando la autoridad lo "recibe" con un portazo en la cara, y ve que el funcionario competente se tapia los oídos a cal y canto para no atender su petición -con todo y las posibles repercuciones que dicha alteración emocional puede tener en el organismo del peticionario- sea el menor de los males sociales que resultan de semejante actitud; pues podemos pensar que, dado el caso de que el quejoso tenga razón para alarmarse y sentir que es su deber atraer la atención de la autoridad, hay entonces un problema muy real que quedará sin solución.
Y como los problemas reales de la vida tienen la pésima costumbre de no esfumarse espontáneamente, la indolencia de esta clase de funcionarios públicos no habrá hecho más que permitir que un problema, que quizás no hubiera costado gran esfuerzo resolver de haberse atendido a tiempo, se convierta en el germen de una auténtica crisis, que consumirá, en el futuro, grandes cantidades de dinero y tiempo.
Sucede exactamente como si el ciudadano quejoso fuera un paciente que, aquejado de alguna molestia, acudiera al médico, sólo para encontrarse con que, haga lo que haga, lo único que consigue es que lo reciba la secre del doctor (hombre muy ocupado -auténtica eminencia- que nunca está en su consultorio porque se la pasa atendiendo congresos y no enfermos). A veces la secre le toma a uno el reporte, y otras nomás le dice que espere en su casa a que el doctor le confirme por teléfono la cita; y entre una visita y otra, el paciente deja de serlo porque se le agota la propiedad que lo define y, o se resigna a su triste suerte, o se toma las pastillas de la tía y acaba sirviendo para que futuros aspirantes a eminencias médicas hagan sus prácticas escolares.
Ahora bien, antes de que se me confundan ciertas personas, quiero dejar claro que no estoy presuponiendo que toda petición ciudadana es razonable, de ninguna forma. Lo que digo es que todas las quejas deben ser atendidas, examinadas y solucionadas, que no es lo mismo que aceptadas automáticamente por buenas.
En este sentido, en mi caso, de lo que me quejo tan amargamente es de que la Delegación Coyoacán se niegue, valiéndose de inumerables pretextos y de infinitas dilaciones, a darle una respuesta a mi petición; y en el caso de la "asambleaffyl", lo que hay que señalar es que sus demandas ya fueron solucionadas, es decir, su pliego fue atendido por la autoridad correspondiente, evaluado y, después, desestimado por improcedente (conclusión con la cual coincido).
Si deciden inconformarse con dicha respuesta, bueno, quedan otras instancias a las cuales pueden acudir, y muchísimas formas de demostrar su descontento de manera civilizada y sin estorbar la vida académica y la convivencia universitaria. Pero tienen el deber ciudadano (aunque, por desgracia, sospecho que carecen del valor moral) de reconocer que su petición sí fue atendida y solucionada. Por decirlo así, ellos ya pueden empezar a pensar en el paso 2 de sus gestiones; mientras que habemos ciudadanos que, injustamente, seguimos atorados (y, a lo que se ve, ahí nos quedaremos) en la fase preliminar de la nuestra.

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