1. El miércoles 26 de octubre es asesinado Carlos Cuevas. Supuestamente, estudiante de la UNAM; supuestamente, a balazos ("16 impactos de bala", dice el "comunicado"). En ningún lado se ofrecen vías para corroborar la información.
2. Se convoca "A los medios de comunicación" y "A la opinión pública" a velar el cuerpo de la víctima en la Facultad de Filosofía y Letras desde la mañana del viernes 28 de octubre; para lo cual la "asambleaffyl" obliga (por medio de amenazas) a los universitarios no interesados en participar en su "velorio-protesta" a interrumpir sus actividades y abandonar las instalaciones desde el jueves por la tarde.
La forma irresponsable -y, probablemente, dolosa- de presentar la información, así como el llamado a sabotear el funcionamiento de la universidad y el deseo de alimentar un clima de enfrentamiento dentro de nuestra facultad, dan mucho material para reflexionar acerca de las numerosas formas (nocivas todas ellas) en que el "activismo social" incide en la vida universitaria; en esta ocasión, sin embargo, queremos hacer énfasis en un aspecto del "caso Cuevas", de naturaleza legal, cuya falta de lógica nos produce toda clase de inquietudes, y nos hace preguntarnos cómo es posible que la autoridad universitaria carezca de la voluntad necesaria para impedir que se involucre a la UNAM en asuntos tan opacos.
En concreto, nuestra duda es la siguiente: ¿que hacía en Ciudad Universitaria el cadáver de un hombre asesinado, dos días después de ocurrido el crimen? ¿Acaso para alguien no es evidente que ninguna precaución es excesiva cuando se trata de preservar una pieza central en la investigación de cualquier homicidio como es, sin duda, el cuerpo mismo de la víctima? Y lo que es más, ¿no son precisamente los que ahora exigen "justicia" y "esclarecimiento" quienes debieron haber procurado, antes que nadie, que el cuerpo fuera trasladado con todo el cuidado necesario hasta las instalaciones del Servicio Médico Forense, y no ser removido de ahí por ningún motivo hasta concluidas las investigaciones, ni sufrir manipulaciones más allá de las realizadas por expertos, bajo la más estricta documentación; todo esto con el objetivo de evitar la destrucción de cualquier indicio todavía existente en el cadáver que pudiera ayudar a determinar la autoría del crimen?
Aparte de esto, nos resulta incomprensible que ninguna de las autoridades policiales de las dos entidades federativas involucradas en la investigación (el Estado de México y el Distrito Federal) haya impedido que los procedimientos forenses fueran interrumpidos -y, quizás, imposibilitados por completo- de una manera tan torpe e injustificada. De la misma manera, nos parece asombroso -por decir lo menos- que la rectoría universitaria y la dirección de la facultad hayan permitido que la institución fuera involucrada, y aun implicada, en tamaña irregularidad, en lugar de protestar enérgicamente, impedir el acceso del cuerpo al campus y exigir que la policía se hiciera cargo del cadáver; el cual, desde el momento en que fue descubierto, jamás debió de haber salido de su poder.
A pesar de todo lo que pueda replicarnos la "asambleaffyl" -y estamos seguros que no tardarán en encargarle a sus escribidores que lo hagan-, un día nos parece un espacio de tiempo por completo insuficiente para hablar de una inspección forense completa y confiable. Al menos, tal sería nuestra opinión si fuese el caso que la vida de la víctima hubiera tenido valor para nosotros, y estuviéramos auténticamente interesados en que se resolviera el misterio de su muerte. Además, hubiéramos hecho hasta lo imposible por evitar que el cadáver fuera privado de las condiciones que retardan el proceso natural de decaimiento corporal, con la conciencia de que es imposible asegurar, en investigaciones de este tipo, que no se presentará la necesidad de realizar una nueva inspección de los restos.
Pero ésa, como hemos dicho, es la manera en la cual nosotros nos hubiéramos conducido en una situación semejante, y queda claro que nada puede haber más distinto que nuestra manera de pensar y la motivación de nuestras acciones y las de ellos: para algunas personas, los restos mortales de una persona pueden ser un medio para conocer las circunstancias de su muerte, mientra que, para otras, ese mismo cadáver es, ante todo, una herramienta política, un arma de chantaje, y una excelente oportunidad publicitaria. Para convencerse, basta ver lo que ha hecho Sicilia de la muerte de su hijo.
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Enójese pero no me pegue