domingo, 29 de agosto de 2010

El Bien Vs. El Mal: a la izquierda y a la derecha, respectivamente.

Compartimos ahora un artículo que apareció en la Jornada. Compare puntos de vista y forme sus propias conclusiones. El autor es Arnaldo Córdova:


Arnaldo Córdova
La Universidad Nacional Autónoma de México es nuestra primera casa de estudios. Realiza más de la mitad de la investigación que se hace en el país y proporciona educación en los niveles medio superior y superior a cerca de 300 mil jóvenes cada año. Su labor de difusión cultural es enorme y muy significativa. Los mayores centros de investigación de México están en su seno. Es algo innegable. Sin embargo, ponerse a ponderar sin medida esas características o alegar que la UNAM es una institución perfecta y ejemplar sería una tontería. La Universidad está plagada de vicios que se antojan insolubles. Su planta docente y de investigadores tiene muchos rezagos por encima de lo bueno que puede ofrecer. No es, pues, perfecta y deja mucho que desear en su funcionamiento.

Yo llevo 43 años trabajando de tiempo completo en ella y, en ese tiempo, jamás he dejado de criticar sus vicios e imperfecciones. Entre esos vicios son evidentes su burocratismo desmedido que se disparó sobre todo desde el rectorado de Guillermo Soberón, un derechista y reaccionario (lo que no es lo mismo) cuya obsesión fue destruir el sindicalismo académico de la UNAM. Desde entonces empezamos a saber de altos funcionarios universitarios que ganaban salarios hasta siete u ocho veces el de un profesor de primer nivel. También resalta el desorden en que se desarrolla la enseñanza, con planes y programas de estudios que no sirven para nada. Para no hablar de la desarticulación y la dispersión en la investigación.

En la Universidad nos la pasamos criticando lo que hacemos y formulando propuestas de mejoramiento. No es verdad que seamos críticos de nuestro entorno social y político y no de nosotros mismos. Sucede, empero, que lo hacemos del peor modo imaginable: peleándonos entre nosotros mismos y sin que nadie nos preste atención. Hay necesidad de mucho prestigio personal y de mucho valor para enfrentar a y ser escuchado por un director de facultad o de instituto y, más todavía, por el rector. Acostumbrados al debate, porque es lo que hacemos todo el tiempo, no tenemos, prácticamente, en donde debatir y tener la garantía de ser escuchados. No somos diferentes de todas las demás instituciones académicas del mundo.

Por eso sorprende que, de vez en cuando, haya ciertos embates en contra de nuestra máxima casa de estudios de sectores derechistas o de intelectuales identificados con la derecha que tratan de presentarnos como una auténtica cueva de los cuarenta ladrones que, ¡oh maravilla!, de repente aparecemos como una institución millonaria y, desde luego, cerrada a la autocrítica. Ese es el propósito que Gabriel Zaid y Guillermo Sheridan plasman en el número del mes de julio de la revista Letras Libres. El primero es de aquellos que piensan que un intelectual pobre es un pobre intelectual; por eso se hizo empresario. El segundo, según dice, es investigador de la UNAM; debe saber, por tanto, de la precariedad en que vivimos los académicos universitarios.

Afirmar, como lo hace Zaid en su artículo, que con Echeverría, las universidades empezaron a nadar en dinero, es muy poco serio. Es verdad que nunca estuvimos tan bien como entonces. Por primera vez, los académicos tuvimos un sueldo decente; pero eso nos duró muy poco. Con la devaluación de 1976 ese logro se vino abajo. Toda la argumentación de Zaid va en ese tono: la Universidad es demasiado costosa; poco le falta para decir que sería mejor cerrarla. Después se desvive por mostrar que enseñamos sólo carreras improductivas (contaduría y administración y, también, ciencias sociales). La mitad de nuestra matrícula va a ese renglón. Menos mal que el resto va a ciencias duras y otras como medicina y las ingenierías que son las que de verdad sirven.

Que uno que pretende ser humanista diga esas cosas es lamentable. Desde luego que habla de la generalidad de las universidades, pero, muy en particular, se refiere a la UNAM. Su tesis, ciertamente, tiene mucho de verdad: la Universidad se burocratizó y su modelo educativo es también burocrático. Por lo que dice, empero, mucho me temo que ni siquiera entiende el problema y sus conclusiones son de verdad tontas y descabelladas. Mucho hay que hacer por reformar a la Universidad y ponerla a tono con las exigencias de nuestro tiempo. Pero pensar que se gasta mal y de más en ella es una felonía. Todos los datos existentes, de la OCDE y de la Cepal, por ejemplo, nos muestran que México está muy por debajo de otros países de América Latina en su gasto.

Si Sheridan vive sólo de su sueldo en la UNAM, dudo que pueda estar de acuerdo con Zaid. Pero sabemos que la derecha es una religión y todo es posible. Lo que me queda claro es que es muy mal universitario, porque ni siquiera entiende lo que es su Universidad ni, en especial, su autonomía como institución académica. La detesta por su mal funcionamiento y, lo que parecería impensable, cree que el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey es una mejor institución. La UNAM, nos dice, registró sólo 17 patentes, mientras el ITESM registró 37 (aunque casi todas sean de las que llamamos patentes chatarra). Éste tiene 100 mil estudiantes y la mitad de ellos becados. Su fuente es un discurso del rector Narro que saca de su contexto.

Su obsesión es que en la UNAM el verdadero poder lo tiene su burocracia aliada con el PRD. Sabrá Dios de qué PRD habla, pero eso se lo dijo un tonto que escribió que después de la huelga de 2000 la Universidad decidió compartir el poder con ese partido. ¡La Universidad izquierdista y ahora perredista! Claro que no tiene futuro. Junto con Zaid comparte la idea de que la Universidad es reacia a evaluarse. Es una mentira. El 91.3 por ciento de sus carreras son certificadas por comités evaluadores externos y 85.5 de sus posgrados están en el padrón nacional de calidad y son evaluados periódicamente por el Conacyt. Sobre el ITESM que tanto admira y en el que no sé por qué no se mete a trabajar (por lo menos, ganaría mucho más), hay algo que vale la pena señalar.

Yo sé que Sheridan ni loco, por poco que le falte, dejaría la UNAM para irse al Tec. En primer lugar, por el inmenso prestigio de nuestra casa de estudios. El Ranking Web de Universidades del mundo sitúa a la UNAM como la número 44 de 15 mil (la única iberoamericana). El de Shanghai Jiao Tong, de 12 mil, la coloca en el 152 mundial, en el 78 regional y en el primero nacional. El Times Higher Education la ubica como la 150 de las mejores 200 del mundo y siempre en primer lugar de Iberoamérica, España y Portugal. Al Tec ni siquiera se le menciona en las mejores clasificaciones.

La derecha se rige por ideas fijas y por mitos de miedo. Zaid nos llama una Universidad millonaria; Sheridan, la Universidad PRD. ¡Qué cómodo! Así es facilísimo denigrarla y exhibirla como una mera burocracia despilfarradora y una organización que casi es un partido. Esa derecha obsesiva e ignorante da realmente pena y no hay ni siquiera modo de justificarla en sus prejuicios y su arrogancia.

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