sábado, 15 de agosto de 2009

La altura del pop

¿Qué tienen en común los okupas del Auditorio Justo Sierra con Diego Armando Maradona? La banalidad.

Hace algún tiempo El Diego fue de visita con Hugo Chávez presumiendo, orgulloso como es él, en su brazo un tatuaje del Che. Diego Armando admira al Che. Los okupas admiran al Che. El desfachatado futbolista rinde pleitesía al tirano del sur. Los okupas... bueno, todavía no, al menos con exactitud. Tanto Maradona como los okupas creen que el Che fue grande. ¿Gran qué?

No crea el lector que estoy jugando mal y comparo cosas incomparables. Ya sé que dirá: pero cómo vas a comparar a Maradona con los okupas, cuando uno es un esclavo del mercantilismo y los otros sus más reacios detractores; cómo equiparar a un deportista con un grupo de “estudiantes”; cómo vas a igualar a un tipo que tan sólo se ha enamorado de la imagen del Che y a los jóvenes revolucionarios del momento. ¿Qué nos asegura que los okupas no se han enamorado también de una imagen del Che?

Al final de su, desaliñado, comunicado del 8 de agosto de 2008 los okupas afirman: “sabemos que sólo será con participación respetuosa, comprometida y desinteresada que este espacio podrá alguna vez estar a la altura del revolucionario al cual debe su nombre: Ernesto Che Guevara”. ¿Cuál es la altura verdadera del Che? No soy especialista, tan sólo atino a enumerar tres rangos para medirlo:

1. Su vocación humana. Cómo no creer que un hombre es grande cuando piensa de sus semejantes que son objetos dignos de convivencia para los que “el odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, lo impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar” [Mensaje a la Tricontinental, abril de 1967].

2. Su efectividad práctica. Entre enero y junio de 1959 estuvo encargado de la fortaleza La Cabaña, donde mandó asesinar, en tan sólo seis meses, a aproximadamente cuatrocientos cubanos; orientando a los verdugos que capitaneaba bajo una frase, más elocuente que el “mátalos en caliente” de Porfirio Díaz, quien no ha tenido un buen agente mercadológico para colocarlo en las playeras de los niños nice y en las pancartas de los jóvenes “concientes”, que sintetiza su moral: “Ante la duda, mátalo”. [Testimonio de Jaime Costa Vázquez, “el Catalán”, ex comandante del ejército revolucionario cubano].

3. Su visión humanista e integral de la educación. En un discurso del 17 de octubre de 1959 Guevara afirma que lo necesario para el estado revolucionario en cuanto a la educación se refiere es que la Universidad prepare “maestros agrícolas, ingenieros agrónomos, ingenieros químicos, industriales; físicos, incluso matemáticos”. En todo el discurso no se menciona, en absoluto, a las humanidades y a las ciencias sociales, pues parece que esas no son necesarias para el estado revolucionario. (Ah, claro, pero los okupas dicen que esta tendencia, fraguada en las catacumbas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, es para “satisfacer los intereses del gran capital trasnacional”. Me pregunto qué dirían cuando lean ese discurso de Guevara. Aventuro: “eso lo dijo el alto comandante en un contexto revolucionario, que por supuesto es completamente diferente, aunque sea lo mismo”. ¡Auch!). Además Guevara añade: “el único que puede precisar con alguna certeza cuál va a ser el número de estudiantes necesarios y cómo van a ser dirigidos esos estudiantes de las distintas carreras de la Universidad, es el Estado”. (Pero eso no es exclusión, que conste, ¡eso es Revolución!).

¿Entonces? Pues los okupas admiran al Che igual que Maradona: idolatran una imagen. Su movimiento, de presunta raigambre sesentera, quiere empeñar a la Universidad a las alturas de su héroe pop del momento: el gran asesino Ernesto Che Guevara.

2 comentarios:

  1. Cuando menos Maradona hacia magia con el balón en los pies. Los okupas pretenden hacer prestidigitación argumental... pero sus trucos son muy básicos, cualquiera los descubre.

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  2. Totalmente de acuerdo!! :D
    Ay esos "Okupas" cuando dejarán su hueso...

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